Anduve por un rato, tranquilizando mi mente...
me pudría las palabras que retenía,
pero no podía volver el tiempo atrás...
hace unos meses atrás, dejar todo bien,
con nuestros escritos y nada más,
tuve que intorpecer la soledad, con las ansias de querer más y más.
Me da rabia la impaciencia... me persigue a todo ritmo,
vuelo para alejarme de ella,
pero ella vuelve a agarrarme de una forma brusca y me sujeta
que duele hasta mis delgados huesos.
Entre a un lugar a despistar mi mente,
el lugar que rellena de tranquilidad
que guarda secretos entre sus ramas
que perdurara así por el tiempo
y que no dejará ver secreto alguno a sus visitantes.
Las aves se bañaban en los canales,
un agua transparente,
viva como ella misma,
el sol la hacía brillar como un diamante.
Mis ojos mojados,
no terminaba de dejar de sentir dolor...
¿por qué ese dolor?
no entendí las lágrimas, y tampoco la rabia,
pero si entiendia mi impaciencia, y las ganas de gritar
salir corriendo lejos de todo... perderme en el abismo de la soledad.
Pero sabía que si hacía alguna locura
que mi mente imaginaba,
era algo que no tenía vuelta atrás.
Deje pasar las horas...
caminaba sin cesár... me perdía entre los arboles... la tierra mojada... las aves y su canto.
Aún así, estabas allí,
con tu rostro, tus palabras, y de algo inmaduro...
pero nada más estabas allí a segundo recorridos...
te perdía por horas.
Te perdí por muchas otras.
Fui cautelosa, pero poco prudente... no sirve de nada ser como yo...
Me deje llevar por los caminos perdidos,
por los andares de la frialdad, y ahora renacen
como los fuegos artificiales en festividad...
pero enegrecidos, opacos como el cemento,
duro como el metal...
hediondo como el pántano de la selva.
Fui yo, y ya no lo seré... me he perdido, no sé cuando volverá la niña inocente... se alejo de mi, se fue.
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